jueves, 22 de noviembre de 2012

Alessandra, Gabriel, Leo y "la gata"



Alessandra vive en una zona limítrofe entre Parque y Lomas de Solymar, en un garage reacondicionado que forma parte del terreno de la casa de su madre. Llegó en 2008 de España, donde había emigrado poco antes de la crisis con su marido y padre de su hijo, de quien se separó, y que aún se encuentra en Europa. Allí trabajó de cocinera, llegando a ser jefa de cocina en un restaurant de Tenerife. Desde que llegó, trabajó junto a su padre en el negocio familiar hasta su quiebra, y ha trabajado también aquí en el rubro gastronómico, encargándose a veces de la cocina en Toque Café y en un negocio de comida rápida en Neptunia. También ha vuelto, al igual que antes de emigrar, a efectuar tareas de limpieza en casas particulares. Aparte, es una de las cantantes de Dondestango, una compañía de tango amateur que ensaya y ofrece funciones en el Club de Fomento de Lomas de Solymar. Al momento en que entregamos este trabajo, Alessandra, que acaba de terminar el bachillerato a sus 39 años, planea inscribirse en la Escuela Universitaria de Bibliotecología.
Gabriel, su hijo en edad liceal, es bastante “bichero”. Es muy aventurero e imaginativo y le gusta el contacto con la naturaleza, y suele socializar sin problemas tanto con perros como con gatos. Alessandra, en cambio, siempre tuvo una resistencia a implicarse afectivamente con animales no humanos. Los perros no le gustan, y respecto a los gatos, le costó más de veinte años superar la muerte de su primer mascota, llamado Leo, al igual que el que tiene ahora,  ese blanco con manchas negras que aparece en la primera foto sobre la heladera, y que eligió por el parecido físico con su predecesor, . (Como dato humorístico, vale decir que con Alessandra también tenemos como amigo en común a otro tocayo, el gato-humano Leo de Mello). 
Desde que Alessandra volvió a Uruguay, vivió en dos casas, ambas bastante cercanas, y en ambos casos a medio acondicionar. Se mudó a su hogar actual el año pasado, y el centro de nuestro interés al fotografiarla era una invasión de gatos que tenía en el fondo de su casa, propiciada por la presencia de su propio gato y por la carencia de cerramientos en algunas aberturas, dado que la mudanza fue un poco de apuro. Por otra parte, la reacción de Leo fue orinar todo lo que podía para marcar territorio, lo cual agregó una tensión más a lo que ya implicaba proteger el alimento y el espacio de Alessandra, de su hijo y de su mascota frente a cerca de diez gatos callejeros hambrientos. Su sobrina, aparte, no tuvo mejor idea que regalarle una hembra gris atigrada sin castrar, que no ha recibido nombre y se la conoce por “la gata”. A pesar de su innominación, claramente forma parte de los animales “de la casa”: Alessandra la ha cuidado con un parto desafortunado, cosa que no pasa con las hembras “intrusas”, dado que ninguna hembra va a parir por motu propio en un terreno hostil. Al momento de sacar las fotos, algunos de los gatos del fondo seguían dando vueltas, pero al estar un poco más “constituido” el espacio físico del hogar, no insistían tanto. Sin embargo, es posible captar algo en la relación de Alessandra y Gabriel con su espacio físico que propició también la situación: la acumulación de cosas en los rincones, lo pequeño de los espacios de la casa, coherente con la preferencia de los gatos por los pequeños escondrijos, esas especies de “madrigueras” que son para ellos nuestros muebles, cajones, cajas y rincones atiborrados, donde pueden esconderse de sus predadores, y encontrar las pequeñas alimañas con las que satisfacen su propio instinto predador.
Como invitada especial al elenco felino, Sany, la perrita faldera que se halla en la cocina, pertenece a la hermana de Alessandra, que vive en la casa de al lado con su madre con quien comparte el fondo. Es originaria de Tenerife, y costó cerca de 300 dólares traerla de allí.

Marga, Ramón y el Toque Café




Ramón es un perro macho adulto, perteneciente a Marga, dueña del Toque Café, un pequeño pub y centro cultural ubicado en Parque de Solymar, cerca de la bajada 25 de la rambla. La casa de Marga, donde Ramón convive con otra perrita y dos gatos está al lado del boliche.
Ramón es un perro muy popular. Anda normalmente suelto, y por su acostumbramiento a la presencia humana constante en el boliche es extremadamente sociable. Podría decirse que es un divo. Cuando hay espectáculos o talleres en Toque Café, es habitual verlo interactuar con los asistentes, haciéndoles fiestas a los que conoce, y echándose a los pies de alguno con absoluto desparpajo. Suele buscar también quien lo acompañe a la playa, y en esos paseos se comporta como si el acompañante elegido fuera su amo. Cuando Marga sube una foto de Ramón a Facebook, muchas veces recibe más me gusta de los que obtienen algunas actividades del Toque (e incluyo acá algún espectáculo mío; nunca fui muy buena para el autobombo). De hecho, según Marga, a Ramón le encanta que le saquen fotos.

Sin embargo, lo capté en un día atípico, durante un taller de acrobacia en tela para niños, integrado mayormente por niñas, con algunas madres sentadas en las mesas. Como suelen hacer de tanto en tanto los perros, Ramón había estado frotándose contra algo putrefacto, o bien bañándose en alguna cañada. Lo cierto es que tenía un olor bastante desagradable y perceptible, que Marga no pudo sacarle del todo aún luego de cuatro baños. Por consiguiente, los humanos que se encontraban alrededor, haciendo gala de esa cosa tan cultural que es el asco, cambiaron totalmente su actitud habitual hacia él. Resultó difícil fotografiarlo junto a su entorno humano, dado que, sin perder la costumbre, pasó todo el rato echado a mis pies, ya que era la única que le prestaba atención. Los demás no querían ni mirarlo. Yo, además de ser muy bichera y tener poco olfato por causa de mi tabaquismo, no tenía otra que hacerlo. Un dato para anotar, también, es que el momento de cariño que captamos entre Marga y Ramón fue en el espacio de la casa. En el Toque, imponer la presencia cercana del perro era imponer su olor a los asistentes, por lo que Marga hubo de mostrar la misma indiferencia que el resto.
El desarrollo de este día fue muy penoso para Ramón. Cuando me fui, se puso más abandónico que de costumbre, ladrándome desesperado como implorando que no me fuera. Incluso me mordía la mano como intentando llevarme de nuevo, un comportamiento que observado en mi perro Ray (casi tocayo de Ramón), cuando recién llego de la calle o cuando se escapa a la parada de Giannattasio y Márquez Castro e intento llevarlo nuevamente a casa. Pero lo habitual en Ramón cuando me iba del Toque era seguirme con un trotecito alegre por unas cuadras para después volver a buscar otro amigo. Nunca había visto en él ese comportamiento, al menos hacia mí. A pesar de las formas infinitamente más complejas, rebuscadas y mediatizadas que tenemos los animales humanos para satisfacer nuestro instinto gregario, era inevitable pensar en un homo sapiens cuyo capital social, por alguna circunstancia fortuita, merma repentinamente, y sus intentos desesperados por mantener los pocos vínculos que le quedan. Y cómo también a veces, el desprecio social entre los humanos se expresa visualmente en forma muy parecida al asco provocado por la cercanía de algo pestilente.


Leo y Chiqui-Chiqui



Leonardo de Mello vive en Casa Camaleón, una suerte de centro cultural under comunitario donde viven, trabajan y/o se forman varios artistas, vinculados generalmente al teatro y las artes escénicas, en las cercanías del Mercado del Puerto. Leonardo es el único hijo varón del cantautor folclórico Juan José de Mello. Pero su obra ha ido por otros carriles.
Además de escritor (actividad en la cual nos conocimos y de la cual adquirí la costumbre de llamarlo por su apellido) ha incursionado en la danza (primero por el tango y luego el contact) y en el teatro a través del bufón, uno de los productos “vedette” de Casa Camaleón. También es editor de libros artesanales. En una de las fotos aparece armando un ejemplar de su libro “Poemas a una gata”, poemario que consiste en reescrituras de otros textos, mayormente de poesía anglosajona, tomando como motivo central la muerte de su gata Kathy hace más de diez años. Leo es fanático de los gatos. A veces en su entorno sospechamos que quiere convertirse en uno.
Chiqui-Chiqui, una joven hembra con algunos genes de siamesa (lo cual se nota en su bizquera), llegó a Casa Camaleón más o menos en la misma época que Leo. Actualmente, Chiqui-Chiqui comparte el espacio con Julieta, la gata de Milene Rouillier, actriz y ex estudiante de nuestra licenciatura, con quien produje y actué en la radionovela “La mejicaneada”, en los primeros años de Uniradio. Pero Julieta, bastante arisca, no se deja fotografiar tan fácil. Al principio compartía el espacio con un macho atigrado más o menos de su edad, Fellini, perteneciente a Diego, un escritor y actor que vivía en la Casa..Cuando Diego se fue de la casa Fellini se quedó, pero al llegar la pubertad la carencia de gatas en celo disponibles lo llevó a los típicos problemas de micción inoportuna  incompatibles con los hábitos sociales humanos. Luego de la habitual conversación entre los habitantes de la Casa, típica de los problemas con mascotas en hogares comunitarios, se lo envió a Rocha (Leo lo llevó personalmente), a vivir en un entorno agreste junto a una pareja lesbiana que Leo conocía de los jams de contact.
El contact es una disciplina surgida en el seno de la danza contemporánea, pero utilizada también en la formación en otras artes escénicas, como ciertas escuelas de teatro. Al igual que otras prácticas afines como la biodanza, busca la forma “natural” del movimiento. La característica principal del contact es, por un lado, su carácter de improvisación (“jam” es un término tomado del jazz y designa una ejecución donde los músicos improvisan), y la premisa de hallarse permanentemente en contacto con el cuerpo del otro. Los bailarines de contact responden al estímulo táctil de su pareja, al igual que en cualquier danza de contacto, sólo que el estímulo y respuesta se halla menos codificado que en las danzas de pareja tradicionales (por ejemplo  en el tango, donde está estipulado que la mano del hombre sobre el talle de la mujer guía todo el trayecto de la dupla sobre la pista de baile, más allá de las transgresiones que quieran hacerse), sino que se busca que sea lo más intuitivo y “natural” posible.
Leo intentó dar en Casa Camaleón un taller de lo que llamó “contact wild”, donde Chiqui-Chiqui iba a tomar parte de las improvisaciones. Leo apunta, respaldado por la etología y las observaciones de cualquiera que haya tenido contacto con un gato, que el esquema sensorial de este animal está muy basado en el tacto, a diferencia del perro, cuya piel es menos sensible y se guía más bien por sentidos más de “distancia” como el olfato y el oído. Notoriamente, la corporalidad de Leo está muy influida por la práctica del contact, y probablemente también por su larga historia de amor hacia los felinos domésticos. Como animal cultural, Leo se relaciona con Chiqui-Chiqui basándose en un conocimiento acumulado y conservado por otros individuos de su especie, sobre las respuestas sensoriales de otros animales y el manejo del propio cuerpo. Pero al verlo interactuar con Chiqui-Chiqui, a veces tiene uno la sensación de hallarse frente a dos ejemplares de la misma especie. Más precisamente, frente a dos gatos.




Algunas consideraciones generales

Nota: las imágenes y videos insertos en esta entrada no son de mi autoría ni forman parte de la entrega curricular. Cito fuente en caso de disponer de ella. 

Perros de pedigree llevados a bordo del Titanic, donde se
organizaron también desfiles caninos.
(http://forotitanic.mforos.com/1597255/10365739-los-perros-del-titanic/)
Este trabajo, presentado como tercer parcial del curso de Antropología Cultural de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la UDELAR, se centra en la relación entre la especie humana y otros animales no humanos. Me circunscribo en este caso a las dos especies de animales domésticos más habituales en los entornos urbanos, los perros y los gatos. Los casos estudiados fueron seleccionados entre mi círculo cercano de amigos y conocidos, por lo que se trata en general de personas pertenecientes a los sectores sociales medios, de edades entre treinta y cuarenta y cinco años y vinculadas en distinto grado a alguna actividad artística. Hubiera sido recomendable una muestra más amplia o variada, pero de todos modos estos cuatro casos dan cuenta de una variedad interesante de formas, hábitos y preferencias de los humanos al relacionarse con otros animales.
El aspecto que más me interesaba era la interacción entre la socialización de los animales no humanos y las de los humanos. Las clásicas distinciones entre la socialización "instintiva" del animal y la "simbólica" de los humanos, típicas en cualquier manual introductorio a las ciencias sociales y que incorporamos muchas veces acríticamente a través de la educación secundaria, no me resultaban del todo satisfactorias. Estas toman la socialización "instintiva" y la "cultural" como compartimentos estancos. Esto funciona cuando analizamos interacciones, o bien entre dos animales simbólicos (dos homo sapiens) o bien dos animales no simbólicos (de cualquier otra especie). En el primer caso nos hallamos en el dominio de las llamadas “ciencias humanas”. En el segundo de la etología o ciencia del comportamiento animal (que de forma no inocente excluimos de lo que llamamos “ciencias sociales”, identificándolas muchas veces exclusivamente con las “ciencias humanas”). Ahora bien, ¿qué pasa cuando un animal simbólico interactúa con otro animal de comportamiento instintivo?
Propaganda anarco-vegana
Lo que me proporcionó una guía fue tomar conocimiento de la existencia de una gran cantidad de escritos antropológicos recientes en torno al problema de lo no-humano. Entre estos, generalmente orientados hacia la cibernética y a la continuidad entre el humano y la máquina, existen algunos que se cuestionan el problema en torno a la separación del humano como categoría conceptual del resto del mundo animal. De hecho, observé que la expresión animal no humano (que yo había escuchado sólo del lado de los  más radicales activismos por la liberación animal) comienza a preferirse también en muchos escritos académicos. El decir “animal” por “animal no humano” nos hace olvidar falsamente que también somos animales, y que formamos parte de una continuidad con el resto del mundo vivo. La etología ha observado varios casos de cooperación y convivencia entre distintas especies, de las cuales la interacción entre los humanos y otros animales que hemos domesticado (o que más bien “acordaron” ser domesticados por nosotros) podría ser sólo un ejemplo más.

Konrad Lorenz, fundador de la etología, junto con dos
ejemplares de la camada de patos que crió con fines
experimentales

Entrevista a Konrad Lorenz:
http://www.alcoberro.info/planes/lorenz2.html

Pero tampoco deberíamos caer en simplificaciones biologistas, y pensar que la cultura humana puede explicarse de la misma manera que se explica el comportamiento social del animal no humano. Más allá de sus causas y orígenes, nuestro carácter de animal simbólico atraviesa todo nuestro comportamiento, inclusive frente a otras especies.
Técnica Shaolin estilo tigre
http://artesmarcialesdelmundo-oz.blogspot.com/2010/04/el-tigre-de-shaolin.html
Si bien la cultura es privativa del homo sapiens (pese a que cada tanto se anuncia que tal especie de grandes simios en tal lugar desarrolló algo parecido, hasta ahora no han dado en nada consistente), no lo es el comportamiento social.  Nuestras formas de interactuar con otras especies, incluyen la acumulación de conocimientos teóricos y prácticos típicos de la especie humana, llegando a niveles de tecnificación y hasta profesionalización, por ejemplo en lo que llamamos “adiestramiento”. Llegamos hasta incidir hasta en la estructura genética de otras especies (animales y vegetales) interviniendo en sus ciclos reproductivos para obtener ejemplares de tales o cuales características, e instituciones que legitiman no sólo la autenticidad de dichos ejemplares, sino también la práctica misma de obtenerlos, y legitimarlos por medio de instituciones. Pero también somos afectados por el comportamiento de los animales no humanos que conviven con nosotros. Generamos con ellos vínculos afectivos, desarrollamos una gestualidad particular para interactuar con ellos, e incluso aprendemos de su comportamiento instintivo. (Un ejemplo posible es la imitación de los movimientos de ataque de distintas especies en algunas artes marciales: http://www.hispagimnasios.com/a_kungfu/animales_shaolin.php) Los incorporamos también a ese todo significante que es la cultura, a los habitus propios de nuestro sector social, a la formación de nuestra subjetividad. (En los países anglófonos, la pregunta “¿te gustan más los gatos o los perros?” toma la forma de “are you a cat person or a dog person?”. Para no hablar de cierta identificación totémica que sobrevive en forma degradada en creencias esotéricas como la astrología). 
María Isabel Quaresma dos
Santos, la niña-gallina.
Existen unos escasos casos documentados realmente extremos y terribles. Los episodios de "niños salvajes", abandonados de muy temprana edad en el aislamiento o entornos no humanizados, tan caros a los relatos freakys estilo "Believe it or not", incluyen, en los casos en que el niño ha sido abandonado junto a animales no humanos, ciertas pautas de comportamiento que imitan a la especie con la cual el pequeño humano ha convivido. Quizá el caso más paradigmático sea la "niña gallina" encontrada en 1980 en una pequeña población portuguesa. (http://tejiendoelmundo.wordpress.com/2009/04/07/ninos-salvajes-el-caso-de-la-nina-pollo-de-portugal/). Sin embargo, reproducir esa situación experimentalmente, como hiciera Konrad Lorenz con el gallo que se creía pato, atenta contra el mismo humanismo iluminista que cimenta tanto las bases de las "ciencias humanas" como el reconocimiento de lo que llamamos Derechos Humanos. Estos casos suelen aparecer muy esporádicamente, y sus consecuencias de espectacularidad y conmoción mediática dificultan aún más su estudio científico serio, aparte de los problemas éticos ya bastante numerosos y pesados que plantean.
Por otra parte, hay que pensar que “lo animal” del humano es un problema fundamental para todas las corrientes de psicología, y casi un elemento para distinguir entre una y otra. El psicoanálisis se centra en nuestro carácter simbólico y su tensión con nuestros imperativos biológicos (origen y definición de la neurosis), el conductismo se centra simplemente en nuestras reacciones instintivas. Todo esto lleva a pensar que el ser la única especie que ha producido cultura no nos aísla del resto del mundo animal.
De hecho, nuestro carácter exclusivo de animal simbólico podría verse, al igual que el grado de desarrollo cultural de ciertos grupos humanos en relación a otros, como una contingencia histórica. Hay evidencia de que los Neanderthales no formaban, como pensaban los primeros evolucionistas, parte de la cadena evolutiva del homo sapiens, sino que constituían una rama distinta del tronco de los homínidos, y que quizá incluso fueran extinguidos por nuestra especie, ya fuera por exterminio directo o por apropiación de los recursos de subsistencia (y en este caso incidiría justamente haber alcanzado un mayor grado relativo de desarrollo cultural). ¿Qué hubiera pasado si estos primos nuestros, que según se especula, comenzaban a desarrollar rudimentos de cultura, hubieran sobrevivido junto a nosotros hasta nuestros días? Esta hipótesis nos pone ante la posibilidad de un escenario no muy distinto al que se plasmara en la saga “El planeta de los simios”. 



Pero estos despliegues imaginativos aún se hallan lejos de los alcances de este trabajo. Por el momento, conformémonos conque, en nuestra solitaria condición de animales culturales, el resto de los seres animados, de alguna manera, nos acompaña.

Derechos Humanos de los grandes simios:
http://www.aibr.org/antropologia/44nov/articulos/nov0520.php

Eslabones encontrados: Los grandes simios y el imaginario occidental. Rubén Gómez-Soriano y Betto Vianna
http://www.aibr.org/antropologia/44nov/articulos/nov0520.pdf 

      Tradición y cultura en el mundo animal. Alicia García Bergua
http://www.cienciorama.ccadet.unam.mx/articulos_extensos/220_extenso.pdf

The hidden structure of overimitation (abstract). D.E. Lyons, A.G. Young, F.C Keil 
http://www.pnas.org/content/104/50/19751.short




Víctor, Spencer, Amigo, Chiquita y Gala





Spencer, Amigo y Chiquita son los perros de Víctor Ausa, artista callejero, perteneciente, al igual que yo, a esa categoría de “los que se suben al ómnibus” llamada “guitarrero”. Se encontraba temporalmente también (además de los cachorros casi recién nacidos de Chiquita y se sospecha que de Spencer, resguardados en un pequeño hoyito al fondo de la casa) Gala, la madre de Spencer, una perra tipo dálmata de siete u ocho años, que había criado Víctor con su mujer (ahora ex) en una zona bastante céntrica de Montevideo. Al momento de sacar fotos, la ex mujer y madre de los dos hijos de Víctor había sido desalojada, y Gala, que ya tenía asignado un nuevo hogar, se estaba quedando en Las Vegas unos días.
Víctor, luego de la crisis de 2002 y de su separación, se fue a vivir a lo que era su casa de veraneo en el balneario Las Vegas, lindante con la zona más oriental de Parque del Plata. Tenía una pequeña empresa tercerizada que proporcionaba servicios de transporte para Salud Pública, que quebró durante la crisis. Como siempre le había gustado la música, trabajó durante un tiempo en un pub y empezó a salir a cantar en los ómnibus, ocupación que en este momento es su medio de vida exclusivo (y el de los perros). Contrariamente al estereotipo que se tiene a veces de “los que se suben al ómnibus”, muchos guitarreros (no sabría decir cuántos, pero no pocos), provenimos de una pequeña burguesía capitalista (en mi caso, soy hija de pequeños comerciantes y propietarios, que devinieron en feriantes con la crisis). Como se sabe, es un sector muy sensible a los vaivenes de las crisis económicas, sobre todo en Latinoamérica, pero, a diferencia de los grupos más marginales, sus integrantes han tenido tiempo y bases materiales para acumular un capital cultural del cual se pueden servir aún en las situaciones más extremas. Incorporando algunos conceptos de la sociología de Bourdieu, como el de capital cultural y habitus, para el espectador es posible distinguir esta extracción social incluso en el repertorio de algunos artistas callejeros.


La relación de Víctor con sus perros me hizo pensar mucho en mi padre. De hecho, en la foto de la llegada de Víctor a casa, recibe las fiestas con una expresión corporal muy parecida a la de mi padre en esa misma situación, que quizá yo también adopte inconscientemente frente a mi perro. Pero particularmente me lo recuerda el lugar que tiene el recibimiento de los perros en su llegada al hogar luego de un día de trabajo, como una parte crucial del placer de “estar en casa”, a pesar de que la aparatosa expresión de reconocimiento propia de la especie canina, y efectuada por la friolera de cuatro ejemplares, generara en algún momento cierta incomodidad al ponerse los “bichos” ya muy “cargosos”.
 En el segundo parcial había citado la mención que hace Bourdieu a la preferencia por los perros en los pequeños propietarios y los gatos en los intelectuales, incorporándolo a la descripción de un habitus. Pero también, por otra parte, la asocié a la noción de capital simbólico, lo cual, sin proponérmelo, me llevó a hacer un poco más completa la descripción de cómo la socialización instintiva del animal no humano interactúa con una subjetividad formada en la sociabilidad humana, donde la afirmación sobre un espacio físico propio constituye también una afirmación necesaria del ser social. Eso, aún habiendo perdido para los otros la cualidad de poseedor, y hallándose en la misma “bolsa” que los desposeídos.


Sobre reconocimiento instintivo y capital simbólico

Las especies que solemos preferir como mascotas (gatos y perros) tienden a mostrar preferencias hacia ciertos humanos en particular. El perro, un animal muy jerárquico y territorial, se comporta frente al “amo” como el macho alfa de su especie en estado salvaje. En el mundo humano, muchas veces el rol de jefe de hogar (normalmente el padre en la familia “tradicional”) se acompaña con ser el amo de los perros. La conducta instintiva del animal no humano reafirma la posición del humano sobre un territorio físico, determinada por pautas sociales y culturales humanas (por tanto, atravesadas de significaciones), como la organización de la propiedad en el sistema capitalista, así como la jerarquía dentro de una unidad social, en este caso la familia. Es decir, forma parte de su capital simbólico.
¿Quién no ha escuchado decir "no sabés como se pone el Mancha cuando ve llegar a Fulano", refiriéndose a las señales de "reconocimiento" que expresa un perro? Este reconocimiento es testimonio de que "Fulano" ha formado una parte importante de la vida del hogar, y por tanto hasta los animales no humanos de la casa lo consideran "de los nuestros". Por otra parte, el hacerse cargo de las mascotas es una forma de acumular reconocimientos en el grupo familiar, y la preferencia del perro o el gato por quien lo cuida es "reconocida" por los otros humanos. 
No obstante, es preciso hacer una salvedad: el reconocimiento de un animal no humano hacia un humano se vuelve simbólico cuando es  percibido, justamente, por los otros individuos de la única especie de animales simbólicos. De lo contrario, podría decirse se trata de un problema meramente etológico.